La fraternidad como centro de Formación

La fraternidad en el centro del proyecto formativo

La vida religiosa nace del Misterio de la Trinidad y se define como confessio Trinitatis (VC 16). Insertada en el corazón de la Iglesia, está llamada a ser signum fraternitatis y experta en comunión (VC 46). El Espíritu Santo, fuente de los diversos carismas, nos ha concedido el don de la minoridad, para que seamos creadores de auténticas relaciones humanas, anunciando a la humanidad la dimensión fraterna de las criaturas.

El Señor me dio hermanos. La fraternidad no es una idea de Francisco sino una iniciativa del mismo Dios para que, como hermanos, sigamos las huellas de Jesús. Nadie se forma solo: todos nos formamos en fraternidad.

Los espacios de búsqueda, escucha, diálogo y discernimiento hacen de la fraternidad el lugar privilegiado para el encuentro con Dios y para la formación y el acompañamiento de los hermanos. Es, por naturaleza y misión, el lugar de transmisión de nuestro carisma. Formarse es asimilar progresivamente la forma de hermano menor desde y en la fraternidad. Aquí se aprende a establecer relaciones horizontales, viviendo con lo esencial, descubriendo la alegría profunda del seguimiento y anunciando el Evangelio con el testimonio de la propia vida.

El acompañamiento franciscano

Jesús, el Buen Pastor, nos conoce, protege nuestra libertad y nos ofrece una vida cargada de sentido (Jn 10, 11-16). Toma la iniciativa y nos invita a seguirle. Caminando delante de nosotros, Él se hace camino y hermano en el viaje de la vida (Lc 24, 13-35).

La Palabra de Dios es la primera referencia en el acompañamiento. Escuchándola en fraternidad, aprendemos a leer en clave de gracia nuestra vida: sueños y deseos, fracasos y dificultades. La vida de Jesús, revelada en la Palabra, es el centro del proceso formativo.

La Carta al hermano León contiene las claves del acompañamiento franciscano. Francisco se sitúa al nivel de León, le acompaña con ternura materna, le deja en total libertad y le invita a descubrir, con creatividad, su propio camino. Francisco exhorta a la corresponsabilidad, evita el sentimiento de culpa, valora lo positivo, muestra la dirección y ayuda al hermano en su deseo de vivir según la forma del Evangelio.

Para Francisco el criterio del acompañamiento consiste en atraer al hermano al Señor a través de la misericordia y del amor. Acoge con respeto y sin miedo a corregir y a amonestar, rechazando enérgicamente a los hermanos cuyas motivaciones nada tienen que ver con el espíritu del Evangelio.

El acompañamiento, sin ser una imposición, tiene como prioridad ayudar a crecer en libertad, respetando la singularidad de cada hermano. Acompañar significa crear espacios de responsabilidad, confianza y trasparencia en todos los ámbitos: la afectividad, el trabajo, el uso del dinero, el empleo de las nuevas tecnologías, etc.

La actitud de dejarse acompañar es un criterio decisivo de discernimiento, también entre los formadores, que deben ser capaces de acompañar y de ser acompañados.

El discernimiento fraterno

En el tiempo de su conversión, Francisco compone una oración que le acompañará toda la vida. A Dios, que es luz, le pide fe para ser guiado, esperanza para ser sostenido en las dificultades y amor para no excluir a nadie. Siente que Dios le lleva hasta las ruinas de la capilla de san Damián, donde Cristo vive en medio de los leprosos. Allí, Francisco encuentra la ayuda para seguir caminando.

Las áreas fundamentales del discernimiento son: la Sagrada Escritura, las fuentes carismáticas, la vida fraterna (donde verificamos la capacidad relacional), la contemplación (donde purificamos nuestras imágenes de Dios) y la minoridad (desde donde nos acercamos a los menores de nuestro mundo).

 

La Fraternidad, consiste en Amar

La formación para la vida religiosa no busca la adaptación de los formandos a una estructura. Consiste más bien en la ayuda a convertir el corazón al evangelio. Solamente la conversión de corazón natural a un corazón deseoso de amor de Dios es sensible a los valores evangélicos. Una vez que el corazón ha sido tocado por el amor de Dios, el sujeto procura insertarse en una estructura que le permita vivir plenamente esta nueva realidad.

El religioso crece, se forma y se alimenta espiritualmente dentro de su comunidad. De allí sale al mundo para comunicar su riqueza o bien su miseria. Cada uno sólo puede dar lo que posee; el que no está en comunión con los hermanos de comunidad no puede llevar ningún mensaje de amor y de paz con sus hermanos.

Una vida comunitaria auténtica se caracteriza siempre por los sentimientos de fraternidad y de solidaridad que están en la base del espíritu de familia.

El estilo peculiar de vida en grupo nace del tipo de relaciones interpersonales positivas que cultivan los miembros de la comunidad. Todo se resume en una sola palabra: amor. Amor a Dios y amor a los hermanos.

¿Qué es amar al hermano? Es estar en relación con él de cierta manera que puede describirse de este modo:

Aceptar a la persona del otro tal como se presenta, con su originalidad, con sus comportamientos equivocados y con sus limitaciones, sin tomar en consideración las molestias y sufrimientos que me pueden causar. Aceptarlo a pesar de mis sentimientos personales de antipatía, a pesar de la hostilidad o de la actitud injusta que pueda tener conmigo mi hermano, a pesar de mi repugnancia personal o cualquier otro motivo.

Hacer sentir a mi hermano que lo acepto; hacerlo sentir por medio de palabras y de actitudes: por medio de palabras en un momento difícil para él, saber acercarme y decirle secretamente: estoy contigo, puedes contar conmigo, te comprendo, etc. Por medio de actitudes: las actitudes convencen más que las palabras. Se puede manifestar discretamente nuestra simpatía o bien iniciar una conversación, pedir un favor, acompañarle a pasear, saludarle cordialmente, etc.

Perdonar siempre. En este estricto, perdonar es no vengarse. Nada más. Esto es relativamente fácil; basta con una decisión personal tomada con buena voluntad. Perdonar no requiere decir “olvidar” la ofensa o dejar de sentir dolor sufrido. El sentir y el olvidar no dependen de la voluntad.

Perdonar de corazón significa asumir internamente la ofensa de tal manera que no sea ya un sufrimiento. Esto no es fácil. Por eso, para cumplir con el mandamiento del perdón basta no renunciar a la venganza. A menudo el que ha sufrido la ofensa tiene que seguir sufriendo internamente por la humillación sufrida. Es ésta una cruz que hay que llevar con paciencia, siguiendo el ejemplo del Señor.

Respetar. Respetar al hermano es considerarlo y tratarlo como un valor, como una persona importante de su comunidad, un hijo de Dios como tú, redimido lo mismo que tú por la sangre de Cristo, quizá un pobre hombre limitado y con deficiencias de las que tiene mala voluntad, es hablar de las consecuencias sin tener en cuenta las causas.

Confiar. Confiar es creer que, en el fondo, el otro es bueno a pesar de las apariencias contrarias. Confiar en él es creer en su capacidad de cambiar de actitud y de comportamiento si as condiciones le son favorables. Confiar es también hacer algo para que él descubra y acepte estas nuevas condiciones. Confiar que, aunque el otro se encuentre en la peor de las situaciones, con la gracia de Dios y con la ayuda de sus hermanos puede cambiar de conducta y renovarse personalmente.

Ayudar. Puedes ayudar al hermano que se encuentra en dificultades de tres maneras: poner a su disposición parte de tu tiempo, poner los propios talentos a disposición de los demás. Los talentos son como los carismas: se dan para el servicio a los demás. Ayudar es también la corrección fraterna cuando es necesario. El tradicional “decir la verdad en la cara” no es corrección fraterna, sino más bien agresión. Aunque sea verdad lo que se dice y el interesado reconozca su culpa y la justa reprensión, siempre sentirá su alma una grave dificultad en aceptarla debido al tono agresivo y de condenación con el que se ha hecho. En cambio, la corrección fraterna tiene posibilidades de éxito cuando se hace con delicadeza, con sentimientos de respeto y de amor para con el hermano. La corrección fraterna es valida después de haber purificado todo sentimiento de odio, hostilidad, de venganza o de dominio. Para poder ver con claridad la ayuda correcta que necesita el hermano. Hablar al corazón discretamente y con gran humildad, no reprenderle, sino que, con sencillez preséntale lo que te preocupa.

No exijas de los demás que te acepten, que te perdonen, que te respeten, que confíen en ti y que te ayuden. Si no estas dispuesto a realizar lo mismo.

En cuanto a la casa fraterna

San Francisco, por divina inspiración, suscito una forma de vida evangélica que denomino fraternidad, eligiendo modelo la vida de Cristo y sus discípulos. Nosotros, al profesar esta forma de vida, constituimos realmente una Orden de Hermanos. De ahí que, por la fe en Dios nuestro Padre, alimentados en la mesa de la palabra divina y de la eucaristía, nos amamos mutuamente, para que el mundo pueda reconocernos como discípulos de Cristo.

Dados unos a otros como hermanos por el Señor y dotados de dones diferentes, nos aceptamos mutuamente de corazón. Llevamos las cargas y los defectos de unos y otros y ejercemos mutuamente entre nosotros el ejercicio continuo del amor y la caridad fraterna, procurando sr ejemplo de virtud entre nosotros y para todos, y dominando las propias pasiones y las malas inclinaciones.

A acusa de la misma vocación, el ser hermanos, todos somos iguales. Por eso nos llamamos todos hermanos. La diferencia puede existir en el servicio en favor a la fraternidad. También puede resaltar entre nosotros otra diferencia: la edad. Por lo cual cada día debemos enforzarnos para que la diferencia de edad juegue en nuestro favor y contribuya en beneficio de nuestro crecimiento comunitario. Por lo cual se exhorta a que los hermanos tengan la debida estima de unos y por todos. Mostrándose una atención caritativa hacia los hermanos ancianos y por el lado de los jóvenes saber aprovechar de buen grado la experiencia de sus hermanos mayores. Y los hermanos mayores por su parte debe aceptar las nuevas y sanas formas de vida he iniciativas propuestas por los jóvenes.

Cuando un hermano se enferma o es considerado un hermano de alta edad, no se le retira de la fraternidad, sino que se le provee inmediatamente todo lo necesario esto incluye claramente el acompañamiento médico y de otras personas competentes en el ámbito de la salud.

“Todo hermano, reconociendo en el enfermo la persona de Cristo paciente, piense lo que quería que se le hiciera si el estuviese enfermo y recuerde, además, lo que San Francisco escribió en la Regla que no hay madre tan tierna y tan solicita con su hijo, como debe serlo cada uno de nosotros con su hermano espiritual”. (Const.92.2)

Al momento de constituir las fraternidades siempre se busca tener en atención las condiciones de vida del hermano y su apostolado. Todos los hermanos deben participar habitualmente de los actos comunes de la fraternidad, sobre todo en la oración comunitaria, dediquen con gusto tiempo a los hermanos, conjuguen compromisos y promuevan el trabajo en equipo.

Siempre se ha de regular con prudencia y discreción el ingreso de personas a nuestras casas para favorecer el ambiente propicio para la oración, el estudio y a intimidad de la vida fraterna. Los que viene a nuestras casas sean recibido en los lugares dispuestos para visitas los cuales han de seguir los mismos criterios de la sencillez, de la prudencia y de la hospitalidad. Pueden admitirse en nuestras fraternidades laicos que deseen participar más de cerca de nuestra vida tanto en la oración como en la convivencia fraterna y el apostolado.

Nuestras fraternidades deben estar abiertas con solicitud evangélica a las necesidades de los hombres, según la índole especial de cada casa.

En cuanto a los medios de comunicación social, su elección y uso requieren un criterio de madurez y moderación, evitando aquellas cosas contrarias a la fe, a la moral y a la vida consagrada. Toda la fraternidad, bajo la dirección del guardián, haga un atento discernimiento sobre el uso de los medios de comunicación social, de tal modo que se salvaguarde al mismo tiempo la pobreza, la vida de oración y el silencio, la comunicación fraterna y el trabajo, y dichos medios sirvan para el bien y la actividad de todos.

Antes de salir de casa, pidan permiso para salir al guardián de la forma acostumbrada en su circunscripción. De igual modo tengan presente la condición de nuestra pobreza y humildad en el uso de los medios de trasporte. A los hermanos que llegan de visita recíbanlos con caridad fraterna y con corazón alegre. Donde sea posible, los hermanos que van de viaje acudan de buen grado a las casas de la Orden, al menos para pernoctar, tomen parte en la vida de la fraternidad, adaptándose a los usos del lugar.