Nuestra vida en Pobreza

El ideal evangélico de la pobreza indujo a Francisco a la humildad del corazón y a la radical expropiación de si, a la compasión hacia los pobres y débiles y a compartir sus vidas. La pobreza, elegida para seguir a Cristo, nos hace participes de su relación filial respecto al Padre y de su condición de hermano y siervo entre los hombres y nos estimula a la solidaridad con los pequeños de este mundo.

Esta adhesión al ideal de la pobreza requiere la disponibilidad en el amor y la conformidad con Cristo pobre y crucificado, que vino al mundo para servir.

La pobreza exige un modo sobrio y sencillo de vida. Por eso nos enforzamos en reducir al mínimo nuestras exigencias materiales para vivir solo con lo necesario, repudiando decididamente toda mentalidad y practica consumista.

La austeridad nos centra en los valores del espíritu, nos preserva de todo lo que debilita nuestra relación con Dios y con los hermanos y nos abre a la solidaridad.

La minoridad exige la renuncia a cualquier forma de prestigio, de poder, de dominio social, político o eclesiástico; optemos, más bien, por ser servidores y estar sujetos a toda humana creatura, aceptando la precariedad y la vulnerabilidad de nuestra condición de hermanos menores.

Por ello, nos abrazamos a todas las exigencias de vivir sin nada propio conscientes de que, sin minoridad, la pobreza no tiene sentido y se transforma en orgullo, y sin la pobreza la minoridad es falsa.

Por tanto, tratamos de vivir en solidaridad con los innumerables pobres del mundo, animando al pueblo a trabajar por la justicia, el progreso social, la caridad para promover el bien común y la esperanza en los bienes eternos.

Debido a nuestra profesión religiosa, estamos obligados a entregar a la fraternidad todos los bienes, incluidos los salarios, pensiones, subvenciones y seguros que percibimos por cualquier concepto. Por lo mismo la fraternidad provee a cada hermano el alimento, el vestido y lo necesario para ejercer el propio oficio.

En lo referente al dinero, por signo de riqueza, peligro de avaricia y de dominio en el mundo san Francisco dijo a los suyos que de ningún modo recibieran dinero. Sin embargo, dado que el uso del dinero se ha hecho necesario a causa del cambio de los tiempos, los hermanos, deseosos de permanecer fieles a la voluntad del seráfico Padre, úsenlo solo como instrumento ordinario de intercambio y de vida social. A aquellos llamados a cuidar solícitamente de las necesidades de los hermanos, usen el dinero para las necesidades de la vida y para las obras de apostolado y de caridad.

También se invita a todos los hermanos a que a fin de guardar la pobreza, no acudan a los amigos o parientes en demanda de dinero u otras cosas, ni reciban regalos para uso exclusivo sin el permiso del guardián o del ministro.

Por tanto los hermanos debemos hacer patente a los hombres con la propia vida que, por la pobreza voluntaria, nos hemos liberado de la codicia, raiz de todos los males, y de la angustiosa preocupación por el día de mañana.