Nuestra vida en la obediencia
Jesucristo , tomando la forma de siervo, se hizo obediente hasta la muerte de cruz. De este modo, liberándonos de la esclavitud del pecado, nos ha desvelado que la libertad humana es el camino de obediencia a la voluntad del Padre y que por medio de la obediencia se llega a la conquista progresiva de la verdadera libertad.
San Francisco nos ha enseñado que la vida de los hermanos menores consiste en obedecer a Jesucristo, que está presente en el Evangelio y en los sacramentos. Él se entregó totalmente a Cristo, sin reservarse nada para sí, pues cifraba en la obediencia la perfección de vivir sin nada propio y el fundamento de la comunión con Dios, con la Iglesia, con los hermanos, con los hombres y con todas las criaturas.
Por lo cual en virtud de nuestra decisión de vivir en obediencia, luchamos por servir con caridad de espíritu y sin distinción de cargos, buscando el último lugar en la comunidad de los discípulos del Señor y al servicio de toda humana criatura por amor de Dios.
Los hermanos, siguiendo las huellas del Señor Jesús que durante toda su vida puso su voluntad en la del Padre, al profesar la obediencia ofrecen a Dios los propios deseos como sacrificio de si mismos, se conforman continuamente a la voluntad salvífica de Dios, sumamente amado, y se entregan al servicio de la Iglesia.
Viviendo en obediencia, descubren con mayor seguridad, junto con la fraternidad, la voluntad de Dios. La entrega de la propia voluntad a Dios, contribuye a la perfección personal y viene a ser para los demás un testimonio del Reino de Dios.
Por tal motivo nos exhortamos mutuamente a mostrarnos dispuesto a obedecer con espíritu de fe a los hermanos que tienen encomendada la responsabilidad de ser nuestros animadores (ministros y guardianes). De tal modo que ante ellos exponemos nuestras propias iniciativas y opiniones para el bien común. Pero compete a los superiores, después de haber ponderado de buen grado todo con los hermanos, decidir y determinar lo que se debe hacer.
Entre los hermanos existe algo que llamamos “obediencia caritativa”, no es algo creado por los frailes, sino que ha sido recomendado por el mismo san Francisco. Es verdadera obediencia cuanto de bueno haga un hermano con recta intensión y de propia iniciativa, consciente de que ellos no es contra la voluntad del superior ni en detrimento de la unión fraterna. Pero si alguna vez el hermano, después de un dialogo fraterno, ve cosas mejores y más provechosas que las que le manda el ministro, sacrifique las suyas voluntariamente a Dios y procure cumplir las que son del ministro. Pues ésta es verdadera y caritativa obediencia, que satisface a Dios y al prójimo.